Zhivka Baltadzhieva | Ivánushka el tonto y el Dragón Violencia

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Mi humilde homenaje a Lev Nikolaievich Tolstoi

Todo existe porque amo. No podía encontrar
placer en la vida, sabiendo que existen la vejez,
el sufrimiento y la muerte.
L. N. Tolstói

La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé
me ha sido dado por el corazón.
L. N. Tolstói

¿Qué es el bien? No es más que amor.
L. N. Tolstói


Para el lector español la editorial Siruela ha recopilado hace tiempo  27 de los mejores cuentos contados por Lev Nikolaievich. Entre estos hay uno, muy, pero que muy especial. Se titula “Iván(ushka) el Tonto”. 

La historia de Ivánushka viene de lejos, de antaño, muy de antaño. Protagoniza cientos de cuentos de todo tipo: mágicos, satíricos, costumbristas, historias de risa y de llanto y miles de anécdotas. El folclore, la creación popular, le sitúa en un lugar muy central de nuestra memoria, nuestro imaginario y nuestra visión del mundo. La bondad se confunde con la simpleza en este personaje que hace el bien a diestro y siniestro ante el regocijo de los burlones y la traición de los avariciosos, dice la reseña de la editorial. 

Debo reconocer, y que quede entre nosotros, por favor, que desde que tuve mi primera relación con el texto Tolstói, que era un encuentro con estos mismo cuentos exactamente, a pesar de todos los retratos que nos traen obstinados la canonizada majestuosa imagen de un hombre de edad avanzada, demacrado rostro sereno y barba larga y blanca, no he podido imaginármelo nunca si no como el rubito Ivánushka de los ojos centelleantes y las mejillas rosadas que nos sonríe desde las páginas de las ediciones para niños de los cuentos populares. 

Ivánushka. El héroe antihéroe del mágico cuento popular “El dragón de tres cabezas y la manzana de oro”. El hermano menor cuyo amor e ingenua bondad  vencen no únicamente al dragón, símbolo de la aniquilación, sino también las trampas de la avaricia,  la maldad, la envidia, el egoísmo, la traición y salvan nada menos que la existencia misma, la vida, esa manzana de oro que ilumina la noche del universo. 

Siempre que pienso en Tolstói me veo asaltada también por otras tres imágenes.

Una es de un cuarto amplio y luminoso en la casa de mis abuelos por línea materna, donde de niña celebraba los veranos. Hay una mesa al lado del gran ventanal, y sobre la mesa está un enorme y muy pesado volumen. Mi madre nunca se olvidó de ponerlo en mi equipaje: Lev Tolstói, “Infancia; Adolescencia; Juventud”. 

La otra es la imagen un tanto borrosa y de color enmarañado, de la casa de Olsuiev, en la calle de Fontanka, cerca del puente de Pantaleimón en el Petersburgo del gris, gélido y agresivo febrero de 1988. 

La tercera: la de la portada del primero de entre los libro del gran maestro con el que topé en mis exploraciones en el desván de la casa familiar. En el centro del folio de color crudo – sucio el retrato famoso de la barba blanca y debajo el título: “El Reino de Dios Está en Vosotros”. Acababa de aprender a leer y claro, no conseguí entender nada. Así que me olvidé de la existencia de este libro hasta pasados muchos años. 

Imágenes nítidas y aparentemente contradictorias como (según intentan convencernos algunos autores) el mismo Tolstói. Nunca me sobresaltó en mis lecturas tal contradicción. 

Intentaré explicarme, trayendo aquí un recuerdo de Turgueniev que narra cómo Tolstói descubrió ante él los pensamientos y sentimientos de un caballo viejo:

«Un verano le visité en el campo. Caminábamos por el prado no lejos de su casa cuando miró hacia arriba y vio allí erguido en el prado un caballo viejo del aspecto más penoso y desdichado: sus patas estaban retorcidas, y todo él estaba tan consumido que sus huesos sobresalían; la vejez y la dureza de su vida lo habían deformado de forma extrema; no estaba siquiera pastando; simplemente estaba allí y, moviendo la cola, se quitaba las moscas que se le posaban. Nos acercamos a este desafortunado castrado, y Tolstói empezó a acariciarlo mientras decía lo que creía que el caballo sentía y pensaba. Me quedé hechizado. No sólo entró dentro de la desdichada criatura, sino que me atrajo a mí también. No pude reprimir decirle: “Mira, Lev Nikoláievich, en algún momento tú mismo has debido de ser un caballo». 

Se dice que realmente hubo en aquel entonces en Rusia un caballo llamado Jolstomer. Muy famoso por su insólita zancada y extraordinaria velocidad. Fue, según los testigos, uno de los factores que inspiraron a Tolstói a empezar a escribir en 1863 la historia “Jolstomer”. Una historia que no fue terminada hasta veintidós años más tarde.

No es un caso aislado en la historia del proceso creativo de Lev Nikoláievich. Todo lo contrario. Pero no por esto he traído aquí la larga cita de Turgueniev. Y es que cada vez que la releo me pregunto:

¿Acaso no es este recuerdo una descripción exacta, absoluta y la más hermosa posible, de cómo escribe y cómo nos hechiza Tolstói? ¿No consiste literalmente en esto su escritura? Acariciarnos mientras nos dice lo que pensamos y sentimos, adentrándose en cada criatura, atrayéndola al mismo tiempo a adentrarse en si misma y en el todo.

Podríamos, mejor dicho deberíamos hablar del texto Tolstói como de una dignificante penetración en la condición interna de la contradictoria existencia, sin connivencias, desde el cariño y el amor. La entrega, la ternura, esta es la música que corre a través de sus vocablos entre las orillas de lo cotidiano y lo asombroso, lo bello y lo terrible.

Adentrándose en la noción de libertad en el texto Tolstói Isaías Berlin define este texto como la representación más sofisticada del hecho de que el erizo y el zorro pueden convivir en la misma persona. Y en el mismo texto.

Este texto nos traspasa como una gran metáfora infinita, expandida en el espacio - tiempo como si fuese un organismo vivo. Metáfora, proyectada para estar despierta y sostenernos despiertos y en alerta a la hora del Dragón Violencia. La violencia del ser humano contra el ser humano, contra si mismo, vista como un acto de destrucción de la mismísima naturaleza, de la Creación entera. 

Observemos algunos de sus títulos:

Ivánushka el tonto
El prisionero del Cáucaso
Guerra y paz
Anna Karénina
El cadáver viviente /frente a Almas muertas de Gogol /
Resurrección
La sonata Kreutzer
Jolstomer
La muerte de Iván Ilich
Hadjí Murat
……………………

Todas estas obras nos hablan de la toma de conciencia de uno mismo y de los retos de la conciencia humana. Y entre estos retos el texto Tolstói ve la soberanía del individuo y la empatía con el otro, como el reto mayor. La soberanía del ser debe ser respetada. Respetada también por uno mismo.  Porque es la raíz profunda de la creatividad, del  intelecto y la creación artística, de los descubrimientos científicos y ante todo y sobe todo de las emociones y los sentimientos, de la capacidad de vivir el tú y el él/ella/ello/ellos como yo. El ser sofocado, condicionado, mecanizado, automatizado, robotizado, nivelado y humillado, esta es la tragedia mayor. Este ser se escapa al pensamiento, al yo y al tú, a la vida misma. Y termina bajo el tren o la mezquindad.


Lev Nicolaevich Tolstói en Yásnaya Polyana [1908].  La primera fotografía retrato en color en Rusia realizada por Serguéi Prokudin-Gorski.



El 29 de noviembre de 1886 Lev Nicolaevich apunta en sus Diarios  de Yasna Polyana: 

«Uno de estos días una joven me preguntó (esta pregunta tan banal y tan falsa) qué hacer para ser útil. Y hablando con ella se me esclareció a mi mismo: la gran pena que sufren millones no consiste tanto en el hecho de que las personas viven mal, sino en el hecho de que viven no según la conciencia, no según su propia conciencia. La gente escoge en vez de la suya alguna ajena, (por ejemplo y más a menudo, la de Cristo) y claro está, no teniendo la fuerza para vivir según la conciencia ajena, viven no según esta y no según la suya, sino viven sin conciencia. (...) Lo más urgente para los humanos es crear y esclarecer para sí mismo cada uno su propia conciencia y después vivir según ella, no como todos - escoger una que te es completamente ajena, inalcanzable, y después vivir sin conciencia y mentir, mentir, mentir, para tener la apariencia de vivir según la conciencia ajena preferida...».

La conciencia, la responsabilidad y la libertad de elección. Isaiah Berlin ve esta condición humana cómo una irrefutable razón para comprender que la tolerancia, el pluralismo, la compasión, son, más que imperativos morales, necesidades prácticas, urgentes y cotidianas, para la supervivencia del género humano.

Para Lev Nikolaievich la complejidad es mucho mayor: el individuo solo es libre cuando es el único involucrado en un proceso, en una realidad. Una vez implicado en relaciones con los otros ya sólo es parte del inexorable devenir.

Según M. V. Llosa “Tolstói no era un visionario. Su genio radicaba en la percepción de propiedades específicas de los diversos objetos y situaciones, las propiedades que los transforman en algo único y diferente. Sin embargo, buscaba con ansiedad un principio de explicación universal; una finalidad única, de unidad en la aparente variedad de trozos y fragmentos que pueblan el mundo.” 

Pero la maestría narrativa, la profundidad de las intuiciones, entregadas como una ofrenda hecha por el lenguaje mismo, la fuerza de la presencia de los personajes, la expulsión sin miramientos de lo didáctico, esa misma sensación que nos deja incrustada en las células, no simplemente en la mente, de una percepción de las propiedades específicas de los diversos objetos y situaciones, las propiedades que los transforman en algo único y diferente, la comprensión hacia adentro, de la identificación con el mundo y con cada uno de sus elementos en su particularidad confirman a Tolstói como uno de los pensadores más fascinantes e incompatibles con ningún intento de simplificar. Es la gran tradición de una narrativa moderna, compleja y plástica, creada por Pushkin, Lermontov, Gogol… Un texto con la mirada crítica, amarga e irónica, pero al mismo tiempo, temblando, convulsionando, agonizando de amor y ternura, de cariño y añoranza. Hacía el ser humano, hacia la estrella, el hierbajo, el caballo cansado, la palabra olvidada o el río desviado. Hacia el héroe de nuestro tiempo y hacía la existencia en toda su plenitud, exuberancia y miseria. 

Se ha cumplido ya un siglo desde la muerte de Tolstói en aquella solitaria estación de Astápovo en noviembre de 1910. Pero su novela Guerra y Paz, según nos informa cada año Newsweek, encabeza la lista de los 100 mejores libros escritos a lo largo de la existencia humana. Este libro, publicado en 1869, plasma con un enorme lirismo la crueldad atroz de enfrentar el hombre real contra el hombre real en aras de unas ideas abstractas y poco definidas incluso para sus propios generadores. Todo está allí: ficción y no ficción, amor y aventuras, novela costumbrista, psicológica, de acción y reflexión ética y filosófica, el canto a la belleza, la melancolía del desencanto. Una visión múltiple y plural de la inexorable realidad percibida en su compleja diversidad donde todo es turbulento, contradictorio, de naturaleza inapresable, relativo y no relativo. 

Es eso con lo que se encuentra Pierre Bezújov en el campo de Borodinó: unos seres humanos ocupados en matar y morir. Matar  y morir en una sucesión de accidentes sin justificación ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro. 

Para Tolstói la Historia es un enigma insondable; la verdadera fuerza del hombre no reside en sus impulsos sino en la serenidad que le otorga capacidad para afrontar la necesidad de someterse no solo a la voluntad de Dios o de las férreas leyes de la sociedad, sino a aquellas leyes, mucho más básicas, que rigen las relaciones permanentes de las cosas y la textura universal de la vida humana. “¿El amor? – se pregunta el escritor.-  ¿Qué es el amor? El amor impide la muerte. El amor es la vida. Todo lo que yo puedo comprender, entender solamente lo comprendo porque amo. Todo está, todo existe solo porque amo. Todo está unido únicamente por el amor. El Amor es Dios.” 

Se me hace cada vez más imprescindible y más placentero leer a Tolstói, le descubro cada vez más actual y más desbordado de ternura y angustia por nosotros. Todos los -ismos desde hace más de 100 años le reclaman y le pretenden, todos ven en él su precursor más importante, su raíz profunda: tolstoísmo, anarcopacifismo, cristianismo libertario, antimilitarismo, feminismo, objetores de conciencia, vegetarianos, ecologistas, beatnik, cosmopolitas, e incluso los indignados del nacido en la madrileña plaza Puerta del Sol movimiento civil 15 de Mayo (2011). Hasta los físicos cuánticos declaran que la reflexión de Lev Nikolaievich de que hay que olvidar al héroe y al rey y centrarse en los elementos infinitamente pequeños que guían y componen la masa, es una reflexión inspiradora, propia a la física cuántica.

¿A qué se debe esta apropiación generalizada? ¿Dónde radican las raíces de ese sentimiento de comunión, esta necesidad de parentesco con el gran narrador?

Cuando en 1967 por fin leí aquel libro amarillento, titulado «El Reino de Dios Está en Vosotros»,  la idea de defender por vía no violenta la creación de una sociedad no violenta y la insistencia constante y perpetua del autor en el concepto de resistencia no violenta, me dejaron fascinada, casi sin aliento y… melancólica. 

Allí estaba la respuesta a mi pregunta, una respuesta todavía más clara y contundentemente articulada en sus novelas y sus relatos:

No violencia. Conciencia propia. Respeto. Amor.

Fue Tolstói uno de los primeros pacifistas. Un verdadero cosmopolita. Consideraba el patriotismo una superstición peligrosa. Escribe:

En nuestros tiempos todavía hay pueblos adoradores del patriotismo, que educan a sus jóvenes en esta superstición; incluso aquellos que dicen estar en contra de su inevitable consecuencia –la guerra.

Y sigue:

Nuestra patria es el mundo y compatriotas nuestros la humanidad entera. Amamos a nuestra patria tanto como amamos al resto de países. Los intereses y derechos de nuestros ciudadanos no son más importantes que los intereses del resto de la Humanidad.

Y como un verdadero discípulo de Lao Dzi persevera:

Muchos de nuestros males surgen no de lo que no hemos hecho, sino al contrario, brotan del exceso de lo que hacemos. No intentar cambiar o transformar a alguien o algo a la fuerza según nuestro propio deseo o visión, en esto consiste la esencia de la no-acción, y esto no tiene nada que ver con la pasividad…. Es la filosofía de la “suprema comprensión”, algo así como no hacer ningún esfuerzo para liberar el pequeño pajarito de la cáscara… Esto solo le hará daño. En su momento, saldrá con la fuerza de su propio ser interior.

La primera de entre todas sus nobles historias que leí fue «El prisionero del Cáucaso». Según una carta que le envía a su editor, en esta novela él quería “buscar la esencia de la construcción de las palabras”.  En aquel entonces yo sólo era una niña. Las palabras, el ritmo, la extraña melodía del texto, me hechizaban con sus desvíos, vaivenes, con sus espacios laterales que se introducen inadvertidamente en el campo de visión de uno. No me importaba nada más que seguir permaneciendo en ese espacio/tiempo hecho columpio cuya canción de cuna de pronto se rompe y te deja, todo moratones, dolido, pero también extraña e inexplicablemente crecido, en el suelo. De la realidad. 

Sí, me quedé para siempre jamás con la imagen desgarradora y violenta de aquel prisionero en medio de la naturaleza indomable y generosa, en medio de unos vocablos que abren como prados sus pétalos de aromas esenciales.  

¿Cómo es que humillamos el otro, cómo es que seguimos haciéndole sufrir y morir, no dejo de preguntarme desde entonces, si vivimos en medio de tanta existencia majestuosa y magnánima?




ZHIVKA BALTADZHIEVA  (Jivka Dimitrova Baltadjieva), Poeta, Doctora Cum Laude en Filología Eslava y Lingüística Indoeuropea, Licenciada en Filología Búlgara, Nacida en 1947, en Sofia, Bulgaria.   Actualmente dirige Colección Ala Este de Amargord Ediciones, Madrid Entre 1994 y 2012 ha sido profesora en el Departamento de Filología Románica, Filología Eslava y Lingüística General de la UCM. En Bulgaria ha trabajado en la Radio Nacional de Bulgaria y en la revista literaria Plamak de la Editorial de los Escritores Búlgaros.  Es autora de varios libros de poesía, entre otros: Fuga A Lo Real/ Бягство В Реалността edición bilingüe, Colección Hecho en Lavapies, Amargord Ediciones, Madrid,  2012:2ª Edición 2013; Sol/Слънце Edición bilingüe de coleccionistas, Carmina in minima re, coordina Albert Lázaro-Tinaut, Barcelona, 2012; Никога. Други Стихове, „Жанет 45“, Пловдив. /Nunca. Otros Poemas, poemas, Zhanet – 45, Plovdiv/, 2009; Безродни Митологии, "Проксима-Рп",  2007 /Poemas Apátridas,  Próxima, RP, Sofia/, 2007; Дневно Осветление, Народна Младеж, София /Iluminación Diurna, Narodna Mladezh, Sofia/,1982; Слънчево Сплитане, Народна Младеж, София /Plexo Solar, poemas, Narodna Mladezh, Sofia/, 1971. Ha participado, junto a la Doctora Tania Dimitrova Láleva, en la elaboración de un Diccionario Bilíngúe De Terminos Literarios. Búlgaro-Español. Español-Búlgaro, Editorial GRAM, Madrid. Poemas suyos  han sido traducidos a más de 15 idiomas e incluidos en importantes antologías de la poesía contemporánea. 


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